Yo guardo entre tus cartas, cual santo relicario,
delicadas violetas de un pensil solitario,
que tu mano cuidara con pueril devoción.
Por que tú las besaste, yo las llevo en el pecho
donde sangrando muere, en pedazos deshecho,
mi pobre corazón.
Yo he visto entre las sombras de la noche sin luna
la efigie de tu cuerpo de amor languidecer.
Yo te llevé en el alma, que es cariñosa cuna
do durmió mi querer.
Yo gusté de las mieles de tus labios sangrientos
y supe cuán hambrientos
estaban de un amor.
Yo fui a la par que esclavo, señor de tu nobleza,
cantor de tu belleza,
romero de un dolor.
Cual aquellas violetas conque amor me ofreciste
murieron ilusiones que mi mente forjó.
Tarde me comprendiste,
mujer de mis amores…
Pasó la primavera, tornó con nuevas flores…
Todo ya concluyó.
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