Fue una tarde, Mari-Pepa; fue una tarde de verano…
bajo el cielo soberano,
todo hablaba de quietud.
Fue una tarde, ¿no te acuerdas? Mari- Pepa, virgencita,
¿no te acuerda que una tarde, en el atrio de la ermita,
me juraste gratitud?
¿No te acuerdas que otro día nos hallamos en el valle
y que mi mano amorosa por las curvas de tu talle
con ternura deslicé?
¿No te acuerdas que mis labios en los tuyos se posaron?
¿No te acuerdas que mis ojos a los tuyos se asomaron?
¿No te acuerdas que gocé?...
Fue otra tarde, Mari- Pepa, fue otra tarde de verano…
Bajo el cielo soberano
Todo hablaba de quietud.
Fue otra tarde cuando, a solas, con otro zagal hablaste…
Fue en el atrio de la ermita
Mari-Pepa, virgencita,
Donde tanto me juraste
Una eterna gratitud.
Fue otro día cuando, a solas, en la orilla de un riachuelo
Con el mismo rapazuelo,
Mari-Pepa, te encontré…
¡Yo me acuerdo que sus labios en los suyos se posaron!
¡Yo me acuerdo que sus ojos a los tuyos se asomaron!
¡¡Yo me acuerdo que lloré!!
INTRODUCCIÓN
Al publicar los poemas de mi padre, he querido iniciarlo con uno de los que, a mí, me gusta singularmente.Una vida dedicada a su profesión: el tratamiento de las enfermedades del cuerpo y las del alma, así como una especial sensibilidad por la poesía, nos han legado una importante muestra de pinceladas cargadas de color, preñadas de sentimientos que me gustaría ir compartiendo desde aquí con quien así le agrade.Vaya por delante esta muestra en la que, recursos expresivos, esfuerzo y técnica, se han aunado en éste soneto para convertirlo, más que en un poema, en una oración, una plegaria al Gran Poder, al que le unía un gran fervor.
PERDÓN (Poesía mística)
Perdóname, Señor, ya estoy contigo;
y si contigo estoy, ya estoy salvado.
Por siempre unido a Tí, a Tí abrazado,
espero sin temores tu castigo.
El dolor de mi angustia yo mitigo
postrándome a tus pies desconsolado;
pues si lloro ante Tí, crucificado,
ya sabré perdonar a mi enemigo.
Que vuelva a mí la calma codiciada
llenando de amor tuyo mi sendero,
con la divina luz de tu mirada.
Si te quiero, Señor, como te quiero
¡qué me importan las sombras de la nada
si muriendo contigo yo no muero!.
NOTA
Esta poesía la encontrareis abajo
no he querido borrarla por los
comentarios que contiene,el motivo
de ponerla aqui es porque al ser la
primera no desaparecerá de la cabecera.
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